- Emociones y salud intestinal. Un viaje fascinante por nuestro “segundo cerebro” - 6 julio, 2024
- ¿Por qué nos cuesta mirar a los ojos? Psicología del contacto visual - 11 junio, 2024
- Deseo Mimético: El Poder de la Imitación en las Relaciones Humanas - 25 noviembre, 2023
El estrés es una respuesta física y emocional que todos experimentamos cuando nos enfrentamos a situaciones exigentes.
Nuestro estrés puede surgir desde dentro, cuando tenemos la sensación de no poder satisfacer nuestras propias expectativas. O puede provenir de la incapacidad de satisfacer exigencias externas (relacionadas generalmente con la economía, el empleo, las relaciones sentimentales o la familia).
Muy a menudo el estrés surge de lo que suponemos que los demás esperan de nosotros, lo que compromete de manera considerable la exactitud del estímulo que consideramos amenazante.
Cuando estamos estresados, experimentamos una sensación de excitación y una amplia gama de respuestas emocionales que van desde la motivación por lograr un objetivo hasta la ansiedad, el enfado o la ira.
El estrés también puede causar síntomas físicos como tensión muscular, dolores de cabeza y de estómago, náuseas, alteraciones del sueño e intranquilidad.
No obstante, el estrés no siempre es malo. Desde una perspectiva evolutiva, el estrés activa el sistema nervioso autónomo, responsable de la respuesta tan conocida de “lucha o huida”, crucial para la supervivencia.
En la sociedad actual, el estrés puede hacernos trabajar más duro, cumplir con los plazos y completar tareas que de otra manera permanecerían sin terminar.
Pero el estrés excesivo o persistente puede ser perjudicial para nuestra salud, tanto física como mental.
¿Qué nos estresa?
El estrés suele ser más frecuente entre los 18 y los 35 años. Los problemas financieros, el trabajo y las relaciones son las fuentes más comunes de estrés entre los más jóvenes, mientras que los problemas de salud son más propensos a preocupar a la gente de mayor edad.
Al igual que en muchas áreas de la salud y el bienestar, los genes y el entorno interactúan para influir en los niveles de estrés que experimentan las personas.
Si tienes una naturaleza inflexible, un rasgo que es altamente heredable, y has experimentado la infelicidad y la adversidad durante la infancia, por ejemplo, estarás en mayor riesgo de ser susceptible a respuestas de estrés elevados ante demandas relativamente menores.
La personalidad, sin duda, influye también en la experiencia de estrés de las personas. Los que tienen tendencias perfeccionistas (obsesivos) y los que tienen una tendencia a poner las necesidades de los demás por delante de las propias o a buscar la aprobación de los demás (dependientes) son particularmente vulnerables al estrés.
Tener estos rasgos de personalidad no es algo malo en sí mismo. Las tendencias obsesivas, por ejemplo, hacen a las personas más eficaces cuando su trabajo requiere la atención al detalle. Pero estos atributos potencialmente exitosos pueden tener un alto coste para el individuo.
Controlar el estrés
El estrés es parte de la vida, el objetivo por tanto debe ser aprender a gestionarlo en lugar de evitarlo. Esto puede lograrse a través de medidas tanto preventivas como reactivas.
La gestión del tiempo, la planificación económica, las conductas saludables (de sueño adecuado, ejercicio regular y dieta adecuada), las actividades sociales y los intereses comunes se han revelado como importantes en el fomento de la capacidad de recuperación y en la prevención del exceso de estrés.
Los principios básicos de la gestión del estrés incluyen además el reconocimiento de la tensión, la identificación de las fuentes, estrategias de relajación y atención plena (mindfulness), así como el cambio en los patrones de pensamiento distorsionado que habitualmente lo sustentan.
Estos principios pueden parecer sencillos, pero su aplicación no es fácil. La adquisición de habilidades para manejar el estrés es como el cambio de hábitos o la pérdida de peso. A menudo se necesitan entrenadores personales para lograr estos objetivos.
Del mismo modo, muy a menudo las medidas anteriores deben ir acompañadas de intervenciones psicológicas con el fin de hacer frente de un modo más eficaz a las circunstancias exigentes.
No te preocupes, pero actúa
A diferencia de otras respuestas físicas y/o emocionales que pueden considerarse poco adaptativas (la depresión, por ejemplo), el estrés no es necesariamente una mala cosa cuando está bien administrado.
Sin embargo, el estrés persistente y abrumador puede tener efectos adversos en la salud física y mental. Se han descrito por ejemplo mayores riesgos de diabetes, de presión arterial alta, de obesidad o de tabaquismo, y su mantenimiento prolongado llevará ineludiblemente al desarrollo de trastornos de ansiedad.
Por este motivo, el conocimiento de las causas que desarrollan el estrés y el establecimiento de patrones de conducta y pensamiento que nos ayuden a su gestión y prevención, son factores clave para mejorar nuestra salud emocional y en consecuencia nuestro bienestar.
En este sentido, acudir a tiempo a un profesional de la salud mental, puede ahorrarte muchos dolores de cabeza.
Nota del Editor
Completamos el artículo con la excepcional guía “El estrés y el arte de amargarnos la vida”, firmado por Miguel Costa, Zulema Aguado e Itziar Cestona y publicado por el Instituto de Salud Pública de la Comunidad de Madrid.
Se trata de una obra especialmente didáctica, práctica y amena, que ayuda a experimentar y a sacar conclusiones que nos orientan sobre cómo afrontar mejor algunas de nuestras preocupaciones y problemas. En palabras de sus autores:
“…pretende compartir alguna información sobre el estrés y algunos cuentos y metáforas que nos muestran otra perspectiva de las cosas y de los problemas y que pueden ayudarnos a desenredarnos y a vivir mejor”.
Descargala ahora. Te gustará.
►Recursos:
El estrés y el arte de amargarnos la vida
►Fuentes:
Adaptado de New year’s resolutions: how to get your stress levels in check Imagen cortesía de Gonzalo G. Useta vía Flickr.com
Hace ya varias décadas que vengo observando el error de los profesionales.
Existen tres cosas distintas a las que soléis llamar lo mismo. ESTRÉS O stress.
El estrés ES SIEMPRE POSITIVO. Lo necesitamos para poder seguir adelante en este mundo tan rápido y fugaz.
Cuando el estrés se convierte en hábito, por cualquier cosa, a eso se le llama DISTRÉS O distress.
Cuando estamos usando el estrés en un plano positivo, esto se llama EUSTRÉS o eustress.
Espero que aparte de unos pocos que nos preocupamos de darlo a conocer, lo hagáis todos aquellos que habláis del tema y confundis a la gente cuando mencionais que el estrés puede ser bueno = EUSTRÉS.
Si haces una búsqueda en Google, vas a encontrar muchos eustrés/eustress y muchos distrés/distress.
Un artículo interesante, excepto por esas imperfecciones.
Saludos,
Eduardo Martinez
Gracias Eduardo por tu aportación, pero no creo que contradiga en nada al texto del artículo pese a que mencionas que éste contiene errores.
Por otra parte las definiciones que aportas son poco claras, e incluso cuestionables (“El estrés es siempre positivo” ¡?!), y en cualquier caso no aportan nada a la cuestión principal del texto, que no es otra que mantener el estrés bajo control.
No obstante es muy probable que nuestra discrepancia no sea mas que una cuestión de nombres. Estoy seguro que en lo importante estamos de acuerdo. Saludos!